Estoy segura que a estas horas muchas de nosotras habremos recibido felicitaciones con motivo del Día de la Mujer Trabajadora. Las redes sociales se habrán inundado ya de congratulaciones, reivindicaciones, estadísticas sobre la desigualdad todavía palpable entre géneros, y también de datos que ponen en evidencia que todavía estamos a años luz de conseguir el objetivo de la paridad entre mujeres y hombres.
No puedo dejar de sentir cierto cansancio, mezclado con un sentimiento de frustración. Cada año es lo mismo y nada cambia, o los cambios son tan insignificativos que pasan desapercibidos.
Si llevamos el tema al ámbito de la cocina profesional, la problemática y sus posibles soluciones parecen una senda que recorre un camino de círculos concéntricos en una espiral infinita. Quizás ha llegado el momento de plantear preguntas claras, de buscar soluciones concretas y de ponerlo todo en un contexto que permita la exposición, maduración y solución de esos problemas.
¿Por qué no comenzar hablando del estatus de las mujeres cocineras en algún congreso? Eurotoques, uno de los colectivos de chefs más activos y reflexivos, podría ser el ámbito ideal para dar voz a ese pequeño porcentaje de sus miembros femeninos. Plantear una mesa redonda donde veteranas y jóvenes cocineras pusieran en común el progreso de su estatus laboral en el paso de las últimas décadas. Profundizar en la conciliación familiar y el rol de madres en una profesión donde es tan complicado (para ellas y para ellos) compatibilizar ambos papeles. Exponer problemas reales del día a día en un restaurante, para dejar de ignorar determinadas situaciones por considerarlas minoritarias o anecdóticas.
Ignoro si la solución podría encontrarse en un foro de estas características, donde todos, mujeres y hombres, fijasen unas metas después de focalizar objetivos claros y alcanzables. Pero hoy me apetece ser optimista y rendir homenaje a mujeres reales que han sabido llevar a cabo sus ambiciones profesionales en el ámbito culinario. No puedo citar a todas las que merecen este reconocimiento pero, por favor, sentiros todas representadas a través de estas tenaces cocineras que son un perfecto ejemplo de que las cosas sí pueden cambiar.
Hecha a sí misma, mercenaria gastronómica, nómada sin descanso y de espíritu incansable, Charo Val representa a un porcentaje de cocineras que tiene muy claro a lo que ha tenido que renunciar para conseguir sus objetivos. Su filosofía es la de pisar fuerte y no dejar que nadie le pase por encima. Su diminuta familia de bolsillo la forman ella misma y su yorkshire Kika. El mínimo equipaje emocional con el que trasladarse, con cazuelas e ingredientes, a cualquier lugar donde salga un trabajo.
La expresión serena del equilibrio entre restauración y realización personal la pone la cocina de Xarma, Aizpea Oihaneder. No sólo es madre y cocinera sino que además ha conseguido hacer realidad una jefatura bicéfala en los fogones con su expareja, Xabier Díez, haciendo admirable el hecho singular de que sea ella la más mediática del tándem, sin que él quede en un segundo plano. Armada de una sonrisa, ha conseguido ser reconocida en el pódium, junto a algunas prestigiosas profesionales, de las mujeres cocineras.
Begoña Rodríguez, Bego de La Salita, es otro claro ejemplo de militancia combativa. No le concede ninguna importancia a compaginar, con ejemplar eficacia, su reciente maternidad con el ejercicio culinario. Habla sin tapujos de los obstáculos que se encontrado por el camino pero tiene claro que dónde quiere estar y presume de ser mujer y cocinera en activo. Su ideología se basa en que el movimiento se demuestra andando y, desde su negocio, corrobora día a día que sí es posible cumplir sus metas.
Sería estupendo que el 8 de marzo de 2014 pudiera escribir que las cosas han comenzado a cambiar, que la idea de llevar estas reivindicaciones a un debate abierto se haya materializado y que hemos iniciado un camino a la verdadera igualdad.
* Foto: cortesía de Charo Val.
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